sábado, septiembre 20, 2008

La enseñanza de nuestros abuelos "muckrakers"

Me encantan los tìtulos de dos libros del maestro brasileño Paulo Freire porque me parecen un reto de vida: "Pedagogìa de la indignación" y "Pedagogìa de la esperanza". Siempre he pensado que los periodistas debemos de aprender a renovar la indignación, para no volvernos cínicos ante lo inhumano, y que a la par debemos estar esperanzados de que las cosas pueden cambiar, y que nosotros, con nuestro trabajo, podemos colaborar con ello.
El panorama del periodismo mexicano no parece traer buenas noticias, y los yacimientos de esperanza parecen escasos. En todos lados vemos recortes de personal, subempleo, anulación de contratos laborales, desempleo, outsourcing, más trabajo por menos sueldo, censura, "levantones" de reporteros, cerrazón informativa gubernamental. En todas las reuniones recientes que he tenido con periodistas nos cenamos con noticias que indigestan y quitan el sueño.
Cuando creo que el periodismo es una tarea imposible, busco libros sobre los "muckrakers" y las historias que leo sobre esa generación de periodistas gringos, a quienes considero mis abuelitos, me ayudan a renovar la esperanza.
La mayorìa de los "muckrakers" (o rastrilladores de basura) vivieron a principios del siglo pasado; el presidente Roosevelt los bautizò con ese nombre porque le molestaba que sólo estuvieran mirando hacia abajo, escarvando en la basura, y que no vieran las grandezas de Estados Unidos ni hablaran de las cosas buenas. Así, los tachó de anti-patriotas (¿les suena conocido?).
En los momentos en que los "rastrillabasura" aparecieron en escena, crecía aceleradamente la economía norteamericana, los grandes consorcios se consolidaban, la gente se sentía feliz por la bonanza económica... y nadie se peguntaba los costos que este crecimiento desmesurado tenía ni quiénes eran los perdedores. Sólo los muckrakers.
Así, uno de ellos trabajó por meses en la empacadora de carne más famosa, y reveló las condiciones de explotaciòn laboral y de insalubridad en el proceso industrial. Otro revelò cómo los sobornos y la corrupciòn eran el mecanismo que regulaba las relaciones entre los grandes empresarios y los funcionarios de gobierno. Alguno se fue a vivir con los indigentes y revelò que no vivìan en la calle por gusto, sino porque habìan sido excluidos del mercado. La historia que más me emociona es la de Ida Tarbell, la reportera que durante 8 años investigò la vida de Rockefeller y la manera en que la Standard Oil Company se habìa echo el emporio petrolero màs importante. Ella revelò cómo este magnate no tuvo escrùpulos para hacer quebrar a pequeños productores de petròleo y sumir en la pobreza a regiones enteras; cómo sobornó a los manejadores de las vías del tren para que lo beneficiaran por cada barril de petróleo transportado; cómo compró polìticos y jueces para que las reglas del juego se hicieran a su favor. Gracias a su reportaje aparecido en varias partes se abriò una investigaciòn judicial que terminò por desmembrar la compañìa y que sentò las bases de las leyes antimonopolio.
Los "muckrakers" con sus reportajes consiguieron que se crearan otras leyes como la de la sanidad de los alimentos o que se enujuiciaran a polìticos o empresarios corruptos.
Lo que más me emociona de sus vidas es que la mayoría publicaba en revistas o publicaciones marginales, algunos de ellos a travès de pasquines de circulación marginal pagados por sus propios bolsillos.
La mayorìa habìan sido corridos de periòdicos como el NYT o ni siquiera habìan sido aceptados en las grandes redacciones. Muchos de ellos tenìan otros trabajos que les servían para financiarse sus reportajes de investigación.
Cada vez que leo sus historias fundamento mi esperanza. No sé si en este momento se pueda hacer un verdadero periodismo de investigación en los grandes medios, pero sé que hay opciones. Y nuestros abuelitos y abuelitas rastrilladores de basura hace un siglo nos pusieron el ejemplo.

miércoles, septiembre 17, 2008

La necesidad de limpiarnos el alma después de cubrir la violencia

En mi recorrido por Badiraguato, Sinaloa, conocí a un reportero local a quien, un día antes, le había tocado cubrir una noticia espeluznante: el hallazgo de la cabeza de un hombre enterrada encima de una cruz de hierro. La foto que mostraba el periódico era grotesca. Le pregunté qué había sentido al tomarla y comenzó a contarme lo difícil que fue acercarse para enfocar la cámara, las náuseas que sintió, las ganas que tuvo de no cubrir esa noticia, la resistencia que sentían los propios policías a acercarse a la escena del crimen, las pesadillas que tuvo esa noche.

Ahondamos más en el tema de las emociones. Él se considera un tipo rudo, cerebral y frío, acostumbrado a la nota roja y sangrienta, pero lo que ha visto últimamente ha rebasado sus límites. Tenía atorada en el alma otra noticia que le había tocado cubrir y de la que no había podido exorcizarse.

"Unos sicarios balearon una camioneta para matar a un hombre, pero en la camioneta iban 4 niños. Cuando llegué descubrí que el hombre era mi vecino y los niños eran amiguitos de mi hija, y que ella podría haber estado adentro del auto agujerado porque siempre están juntos. Cuando me asomé vi los cuerpecitos y de pronto la niña de 4 años que juega con mi hija se movió debajo de los cadáveres de sus hermanos, gritó, y corrió afuera de la camioneta. Todos nos asustamos, nadie la ayudaba, yo no pude", me dijo, palabras más, palabras menos.

Desde ese momento, el miedo le quedó prendido al alma.

Anécdotas como esas he escuchado muchas de boca de reporteros que cubren asuntos judiciales en todo el país. Les he escuchado hablar de los levantones que han sufrido, de amenazas de muerte, de granadas que impactaron en sus redacciones, de torturas a otros compañeros, de exilios forzados. Ayer chateaba con un experimentado reportero michoacano que trataba de explicarme el trauma que le dejó haber presenciado el atentado que mató a 7 personas e hirió a más de 100, muchos de ellos niños.

Mientras conversábamos yo pensaba de qué manera podemos los periodistas limpiarnos el alma de las coberturas que se nos pegan a las entrañas, nos cierran la garganta, nos provocan pesadillas y que queremos a toda costa borrar de la memoria aunque terminamos archivándolas.

Esa misma pregunta nos la hacíamos cuatro años atrás la periodista peruana Jacquie Fowks y yo cuando nos conocimos en Brasil. Recuerdo que filosofamos por horas sobre la necesidad que tenemos de limpiar las emociones que nos quitan la capacidad de indignación, de esperanza, de sentir. En ese momento soñábamos en que en todas las redacciones se dispusiera de un servicio psicológico o una red de contención de colegas con la que pudiéramos desahogarnos o que los jefes de información estuvieran entrenados para supervisar a sus reporteros e intentar desatorar las emociones que cargan.

Meses después ella rastreó información al respecto sobre programas que sí atienden las emociones de los reporteros. Me informó de que en Londres hubo un taller 'Emociones, Trauma y Buen Periodismo' del Servicio Mundial de la BBC, el Centro Dart para Periodismo y Trauma de la Universidad Estatal de Washington, donde se señaló la necesidad de que en las empresas periodísticas se adquiera el hábito de atender los traumas de los periodistas.

Hoy intenté desarchivar esos correos porque su contenido me parece urgente. Las redacciones están llenas de periodistas con el alma rota, acostumbrados a la violencia, con el nudo en la garganta. Cada tanto necesitamos limpiarnos el alma.

Aquí les dejo unos fragmentos de uno de los artículos de Jacquie sobre el tema "Ciberperiodismo: entre el tiempo y las emociones":
"Creo apasionadamente que con más sentido de alerta, entrenamiento y apoyo hacia el impacto emocional que la violencia -y el solo hecho de ser un reportero- puede tener en nuestras vidas, podemos ser mejores periodistas y más sanos", dijo Mark Brayne, editor regional para Europa de la BBC.

Gill Tudor, entrenador senior en periodismo de la agencia de noticias Reuters refirió cómo los periodistas en Gran Bretaña -y no sólo los hombres- están aún atados a una cultura machista que supone inmunidad ante el impacto emocional. Varios ponentes notaron que es el mismo tipo de cultura con el cual el Ejército, los cuerpos de bomberos y policía británicos están intentando romper.

"Los gerentes y editores deben convencerse que, así como es una buena práctica, es parte de sus mejores intereses comerciales darle apoyo a sus propios periodistas", comentó Paul Eedle, un ex corresponsal de Reuters y veterano reportero de la Guerra civil de Líbano y la primera guerra del Golfo al inicio de los años 80.

La expositora Gabrielle Rifkind, una destacada psicoterapeuta del Instituto Análisis de Grupo (Londres), mencionó que la idea debe establecerse entre los periodistas, sus gerentes y editores: hablar sobre temas emocionales no va contra la cultura ni es un signo de debilidad, sino simplemente una 'buena práctica'. No es el nivel de trauma el problema -añadió Rifkind-. "La cuestión es cómo se procesa el trauma, y por qué el propio sentido de alerta se convierte en importante. Expresó sus reservas con respecto a las llamadas 'soluciones rápidas', y urgió a que se establezca una cultura de alfabetización emocional entre los periodistas.

Tips para el reporteo a profundidad

Recibí un comentario anónimo en el que se leía: "Hola soy reportera de un diario local... quisiera ayudar a través de las notas que realizo, pero estoy confundida.
En el diario donde laboro, tengo que entregar cierta cantidad de notas al día y en ocasiones no me alcanza el tiempo para profundizar en el tema. Estoy desorientada y no sé sí puedas recomendarme que hacer".

Les comparto los tips que le di para intentar hacer un periodismo de profundidad a pesar de la premura del tiempo. Y si alguien tiene algún otros tips que les han funcionado los invito a compartirlos.

Yo recomiendo lo siguiente:
"Los reporteros tenemos que cubrir miles de cosas en un mismo día y no tenemos tiempo de profundizar, yo lo he padecido durante años, pero tenemos el deber de intentar hacerlo. Y muchas veces he constatado que sí se puede lograrlo.
A mí me han servido varias mañas:
1. Adelantarse a la agenda del día o los días siguientes. No sé si tú haces tu agenda o cubres fuentes fijas, pero si es así, y puedes controlar tu agenda entonces estás en condición de saber qué evento importante está próximo y documentarte antes para estar preparada (pedir entrevistas, leer del asunto, checar qué se ha publicado del tema...)
2. Armar un archivo. Si cubres más o menos los mismos temas, es indispenable armar un archivo con estudios, documentos, estadísticas, notas de otros, etc... para tener datos duros a la mano, al momento en que se da a conocer un hecho, con los que puedes contrastar o mejorar la información. También, si cuentas con un archivo de notas o un servicio de notas históricas de tu medio, puedes comparar lo que se había publicado antes sobre el tema y contrastar cómo ha evolucionado, y de ahí encontrar algún dato novedoso.
3. Contar con un directorio de expertos. Además de tener un archivo hay que tener un buen directoro de fuentes a las que se les puede llamar para que den una opinión sobre la información oficial que acabamos de cubrir, para poder contrastarla y darle más profundidad a la nota, matices y distintos puntos de vista.
4. Buscar ONG que trabajen el tema. Echa una mirada al directorio telefónico o googlea o llama a alguna ONG q pueda asesorarte sobre qué otra organización maneja el tema del cuál quieres hacer una nota exprés y llama para pedir una opinión.
5. Busca las fuentes originales. Si la información de la que vas a hacer tu nota se basó en un estudio amplio, no te quedes sólo con las declaraciones del acto oficial, pide el estudio base y léelo y en el evento haz entrevistas a los funcionarios presentes, y desde tu redacción llama a alguna ONG que lo contraste y busca algún dato de contraste o contexto.
6. Busca una historia viva. Aunque parece difícil ponerle rostro a las notas del día, buscar a alguien que viva en carne propia la sitación de la que reportaré, esto generalmente sí se puede. A la misma fuente que nos dio la información sobre la que haremos nuestra nota hay que pedirle que nos acerque a ejemplos o nos oriente dónde conseguirlos. O, muchas veces los ejemplos se consiguen por sentido común. Si no puedes acudir a entrevistar a las personas que viven esa situación, por falta de tiempo o porque viven lejos, hazlo por teléfono (claro, sólo si el tema se presta para ello).
7. Compárate con los otros. Siempre, todos los días, después de haber publicado lee a tu competencia y cómo resolvieron los reporteros la misma ifnormación, compara qué fuentes consultaron, qué ángulo le dio cada uno, qué "plus" le pusieron. Leyéndose en comparación de los otros, uno va educando la mirada y afinando ángulos. Y hay que leer mucho de cómo se aborda en otros países o ciudades ese mismo tema.
8. Convence a tus editores. Muchas veces, por la prisa, tenemos que entregar notas facturadas al momento, y nos quedamos con la sensación de que esa información daba para más. Para no frustrarnos y reconciliarnos con nosotros y ejercer responsablemente el oficio, podemos convencer a los editores (con argumentos informativos) de que nos den tiempo para hacer un especial más amplio del tema. Y, si nos dan luz verde, entonces podemos hacer un reportaje en el que profundicemos del tema. Asi podemos quedarnos tranquilos con nuestra conciencia. Si el editor no nos da luz verde, y pensamos que el tema realmente vale la pena, pues no queda otra mas que usar nuestro tiempo libre para armar un buen reportaje del tema en cuestión, y presentarlo (días, semanas o meses después) a nuestro jefe. Si es un buen reportaje, no lo va a rechazar y lo va a publicar. A
demás, de esa manera, nos vamos ganando su respeto y probablemente en próximas ocasiones nos de tiempo para realizar reportajes que propongamos (Lee a Kapuscinski y cómo él resolvió ese problema)
Esos son los tips que me vienen a la mente.Obviamente trabajamos bajo presión y no podemos abarcar los ocho puntos para hacer una nota del día, y mucho menos cuando tenemos que escribir o preparar varias notas.
Lo que yo propongo es que te enfoques en la que creas más importante, y en esa profundices. Y con el resto hagas lo que puedas hacer. También pienso que siempre se puede hacer mucho más de lo que generalmente se hace, y para eso hay que tener la intención de hacer la nota lo mejor posible: hay que llegar antes a los eventos y quedarse hasta después de que terminen para aprovechar y pedir documentos, hacer entrevistas más allá del chacaleo, profundizar en el tema con las personas presentes (activistas, académicos), pensar desde antes los distintos ángulos que podría tener el tema, googlear qué se ha publicado sobre el asunto, etc. Espero que te haya servido de algo mi respuesta".

Delimitar los alcances de la violencia

Don Javier Darío Restrepo, el 'Pepe Grillo' de las redacciones latinoamericanas, suele contar una anécdota que cada vez que la escucho me causa escalofríos.

"Zlatko Dizdarevic supo que su periódico era más necesario que el pan el día en que los guerreros lo incendiaron. Liberación era el único periódico que se publicaba en Sarajevo, y a pesar de la destrucción total de sus equipos e instalaciones, al día siguiente del incendio circuló como de costumbre y aunque los ejemplares se vendieron al doble de su precio, la edición se agotó en manos de lectores que apenas si tenían el dinero suficiente para comprar pan. ¿Y cómo se explica que un periódico pueda llegar a ser más necesario que el pan?, le pregunté a Zlatko. El me respondió con la misma seguridad con que se formulan los axiomas o las verdades rubricadas por la experiencia: 'Porque en las crisis la gente puede vivir sin pan, pero no sin esperanza'.”

Hoy en particular me he acordado de esa bella anécdota, hoy que he estado preguntándome durante todo el día ¿qué esperanza podemos mantener cuando amanecimos con la noticia de que mientras en todo México gritábamos al unísono 'Viva México', tronábamos cohetes, arrojábamos serpentinas y rememorábamos la Independencia, unos terroristas aventaron granadas contra ciudadanos comunes que festejaban la fiesta patria más importante que tenemos? ¿Dónde cabe la esperanza después de que escuchamos la crónica de la niña que, herida en la plaza de Morelia, seguía sosteniendo su globo blanco, rodeada de los cadáveres de sus familiares? ¿Quién no está asustado? ¿Qué tenemos que hacer los periodistas?

Vuelvo a recordar a don Javier, ese maestro periodista y colombiano universal, quien en su cruzada por el periodismo que no roba la esperanza suele contar un ejemplo: que después del 11-S, cuando el terror invadió a los norteamericanos, el New York Times dedicó un número a delimitar los alcances de los atentados. Los reporteros de todas las áreas desde cultura hasta la deportiva pasando por la política habían preguntado a sus fuentes cuáles serían los daños reales en sus áreas causados por los atentados a las Torres Gemelas. Así, una vez que todos respondieron sacaron una edición que, al delimitar los daños, ayudaba a recuperar la confianza de los ciudadanos.

¿Cómo delimitar la violencia? ¿Cómo hacerle frente al terror? ¿Qué tenemos que hacer los reporteros? Yo misma no lo sé pero no quiero dejar de intentar respuestas. Supongo que los reporteros de asuntos judiciales tienen que cumplir con su trabajo, narrar los episodios violentos y desentrañarlos. ¿Y el resto, qué podemos hacer? Supongo que seguir visualizando los temas a los que estamos dedicados (del área que sean), porque el estruendo de una sola noticia, por terrible que sea, no debe llenar los noticieros.

Además creo que debemos escarvar a fondo en las mismas noticias terribles para ponerlas en contexto y delimitar sus alcances. Confiando en que lo que resulta también es noticia.

¿Cambiaría algo si te dijeran que sólo en Río de Janeiro han asesinado a más personas este año que en todo México? ¿O, como publicó Milenio, que mueren más mexicanos de tuberculosis que por los ajustes de cuentas del narcotràfico? ¿O que México no está entre los países latinoamericanos más violentos según el último ranking internacional? ¿O que en Palermo hubo todo un movimiento ciudadano que se opuso a las mafias que ejecutaban, cortaban cabezas, ponían bombas, habían comprado al poder y parecían invencibles? ¿O que este mismo terror, con sus matices, ya se vivió en Colombia, donde encontraron la forma para mantener a raya a los narcotraficantes?

Sé que la nota es la nota, que las notas periodísticas sólo reflejan la realidad, y que los periodistas somos el espejo. Pero, ¿qué tipo de espejo queremos ser? ¿Un espejo que inmoviliza a los ciudadanos, que roba la esperanza?

Este comentario surge de la indignación que siento por el terror que se vive y de la urgente tarea que tenemos de seguir haciendo la vida normal, de evitar que el miedo nos paralice, para no ceder más espacios ciudadanos.

lunes, septiembre 15, 2008

El antìdoto contra la violencia es promover desde los medios la legalidad?

En estos momentos en los que la violencia salió del clóset y se instalò en las calles de todo el país, pareciera que los periodistas no podemos hacer màs que dos tipos de periodismo.

El periodismo de reacciòn: contar los muertos, anunciar cada nuevo rècord en el ejecutòmetro, hurgar en el historial de las de las bandas delictivas que --desde el si no pueden renuncien- "destapa" cada 3 dìas el gobierno, cronicar cómo huele el paraje donde fueron encontrados los últimos ultimados, reconstruir cómo pudo haber sido ejecutado el ejecutado o secuestrado el secuestrado, reproducir el discurso de guerra contra el mal del Presidente y hasta el que los narcos imprimen (ya sin faltas de ortografìa) en sus mantas.

(Si el medio de comunicaciòn da un paso más allà, cosa que rara vez se ve, puede hurgar en la relaciòn que tenìan los mafiosos y con los funcionarios. O tambièn puede pedirle a sus reporteros que se disfracen de policìas y pongan un retèn para comprobar en vivo y en directo que cualquiera puede colocar un retèn y de paso puede enseñarle a los que quieren ser malos dònde pueden adquirir los uniformes policiacos (lo vi, no es broma))

Pareciera que el otro periodismo posible es el histèrico: llenar los noticieros de sangre y de gritos histèricos que señalan que el paìs se nos fue de las manos, que la ùnica ley que vale es la de las mafias, que todos los funcionarios deben renunciar (¿y a quièn ponemos?) y que urge aplicar la pena de muerte para castigar a secuestradores, asesinos y violadores (aunque al implantar esa pena estaremos amputando a muchas familias mexicanas porque en este paìs la mayorìa de los asesinos de mujeres son sus propias parejas, los principales secuestradores de niños son los padres que se quedaron sin la tutela y los violadores son papàs, tìos, abuelos, hermanos). Esta modalidad indica llenar las noticias con encajuelados, enteipados, encobijados, descabezados, torturados, calcinados, ejecutados, asfixiados, desmembrados hasta salpicar de sangre la cara del lector, radioescucha o televidente y provocar que èste tambièn desee refugiarse en Texas, se esconda debajo de las cobijas o se acostumbre.

¿A què viene este rollo? A que el jueves estuve en un desayuno organizado por la Fundación Prensa y Democracia con Roy Godson, director del proyecto Cultura de la Legalidad que pretende fomentar una cultura en apoyo del Estado de Derecho, y donde lo escuchè hablar sobre còmo los periodistas podemos hacer frente a la ola de violencia.

Nos presentò un video que mostraba còmo en los 80, los ciudadanos italianos, algunas organizaciones, polìticos y jueces, en trabajo conjunto, le pusieron el alto a la mafia de Palermo que aventaba tambièn cabezas y ponìa bombas, en un momento en el que la corrupciòn desbordaba el excusado y era un modus vivendi.

A grandes rasgos, Godson planteaba que en esta salpicadera de corrupciòn, violencia y desesperanza los medios de comunicaciòn pueden colaborar para cambiar las cosas y pueden tambièn ganar dinero y pùblico si aplican, de manera atractiva, esta receta:

1. Identificar en las notas dònde està el problema de la ruptura de la legalidad, tanto en las instituciones del gobierno como en la sociedad (en los dos planos para que el ciudadano vea que tambièn dando mordida al trànsito o superando los lìmites de la velocidad se rompe la legalidad);

2. Exaltar a las personas que sì respetan las leyes y han hecho bien las cosas, para que el ciudadano comùn sienta que sì se puede vivir en la legalidad, que no està solo. O sea, prestarle atenciòn a los buenos de la historia, hacerle publicidad a las personas que hacen bien las cosas, a los hèroes (yo pensaba en las muchas señoras Wallace y las doñas Emerencianas que debe haber por ahì)

3. Educar a la gente sobre las frustraciones y obstàculos que van a encontrar a partir de este viaje de la legalidad. Prepararlos sobre las dificultades que habrà en el camino y el largo tiempo que se tardarà en conseguirlo.

Salì del desayuno llena de preguntas. ¿Serà que en Mèxico los periodistas tambièn podemos encontrar hèroes? ¿Y si despuès resulta que los hèroes eran malos encubiertos? ¿Identificando que està mal el juez que deja libres a los secuestradores y el conductor que ofrece mordida al trànsito se ayudarà a contener la corrupciòn? ¿Llamando mafiosos a los mafiosos la gente dejarà de tolerar a los narcos aunque antes haya aceptado que fueran sus vecinos y que sus hijos estudien en la misma escuela? ¿Indicando los nombres de los narcopolìticos nos libraremos de ellos? ¿Los periodistas asumiremos sin resistencia el papel de educadores? ¿En esta lucha quiènes son los buenos y quiènes los malos? ¿El civismo vende?

Muchas preguntas, pero, al menos, recobrè la esperanza de que hay varios caminos posibles para rescatar a la prensa del atascadero de sangre sin sentido en que està metida y que le nubla el cerebro.